Acto de amor
Jesús estaba allí, en una cruz,
crucificado, siendo la burla de todos, aquel hombre al cual miles habían
seguido viendo los milagros y sanidades que realizaba, ahora estaban al pie de
una cruz, viéndolo morir, algunos decepcionados, esperando que mostrara el
poder que había mostrado durante los años de su ministerio, esperando que
bajara de esa cruz y les demostrara a todos su magnífico poder y que era el
Hijo de Dios. Sin embargo su misión no era hacer alarde de su divino poder, su
misión era servir como sacrificio perfecto para perdón de pecados de toda la
humanidad.
Ahora vemos a Jesús en sus
últimos momentos, en esa cruz, soportando lo que nunca se mereció, pero
sosteniéndose en esa cruz solo por amor a nosotros. Nunca le pedimos que
hiciera eso, pero Él considero que tenía que hacerlo sin que se lo pidiéramos,
porque quería lo mejor para nosotros. Cómo aquel padre que se sacrifica por el
bien de sus hijos.
La Biblia dice: “Al mediodía, la tierra se llenó de
oscuridad hasta las tres de la tarde.
Luego, a las tres de la tarde, Jesús clamó con voz fuerte: «Eloi, Eloi,
¿lema sabactani?», que significa «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?». Algunos que pasaban por allí entendieron mal y pensaron que
estaba llamando al profeta Elías. Uno de ellos corrió y empapó una esponja en
vino agrio, la puso sobre una caña de junco y la levantó para que él pudiera
beber. «¡Esperen! —dijo—. ¡A ver si Elías viene a bajarlo!». Entonces Jesús
soltó otro fuerte grito y dio su último suspiro. Y la cortina del santuario del
templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El oficial romano que estaba frente a
él, al ver cómo había muerto, exclamó: «¡Este hombre era verdaderamente el Hijo
de Dios!».” Marcos 15:33-39 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Su último grito junto a su
suspiro y su consiguiente muerte derribo la muralla que nos separaba de Dios,
el velo del templo se rasgo en dos abriendo el camino hacia el lugar santísimo,
aquel lugar que era exclusivamente para uno, para el sumo sacerdote, ahora la
muerte de Jesús nos abría el paso a aquellos que nunca imaginamos estar tan
cerca de Dios, aquellos que habíamos sido marginados por nuestras
imperfecciones y pecados, ahora teníamos una entrada libre a la presencia de
Dios a través de Cristo Jesús Señor nuestro.
¡Cuánto amor!, amor que soporto
lo más vil del ser humano, amor que lo hizo sostener pese a la vergüenza de
morir en una cruz. ¡Sí!, el Hijo de Dios murió de la forma más baja que se
podía morir en aquellos tiempos, pero todo fue por amor, el amor que sentía por
ti y por mi lo hizo soportar cualquier castigo, y todo para que un día nosotros
le permitiéramos entrar a nuestra vida y ser el Señor y Salvador nuestro.
¿Cuál es tu respuesta a tal acto
de amor?, ¿Cómo has respondido a tan grande demostración de amor como nunca más
hubo?, un hombre sin pecado, muriendo por nosotros los pecadores.
La mejor respuesta que podemos
dar a tan grande demostración de amor es invitando a Jesús a habitar en nuestra
vida, permitiéndole a Jesús ser el Señor y Salvador nuestro y todo ello se
comienza con una confesión de fe, si tu a un no la has hecho quiero invitarte a
que repetías allí donde estás la siguiente oración, pero si la repetirás te
invito a que lo hagas de una manera honestas, sincera, pero sobre todo
consciente de lo que estás haciendo.
Ora de la siguiente manera:
“Señor que estás en los cielos,
reconozco que he pecado, reconozco que te he fallado y confieso que soy
pecador, que he vivido lejos de ti, que he vivido a mi manera, sin embargo hoy
comprendo el acto de amor que hiciste al enviar a tu hijo a morir en mi lugar.
Hoy quiero pedirte perdón por mis pecados, perdóname Señor, límpiame,
renuévame, cámbiame. Reconozco que moriste por mí en la cruz del calvario y que
resucitaste al tercer día. Abro mi corazón para que Jesús entre habitar en Él y
haga de mi la persona que Él desee, Jesús hoy te reconozco como mi Señor y
único suficiente Salvador. Gracias a Jesús por morir en mi lugar, Gracias Padre
por tener misericordia de mi, a partir de este día quiero vivir cada segundo de
mi existencia con el único propósito de agradarte, ayúdame a poder cumplir este
deseo, dame la fuerza que necesitare, pero sobre todo en los momentos de
debilidad hazme recordar que no estoy solo y que tu siempre estarás conmigo, en
el Nombre de Jesús te lo pido, Amén.”
Hoy quiero invitarte a vivir cada
día con el recuerdo de lo que Jesús hizo por ti, no solo en una fecha en
especial, sino cada día de tu existencia, de esa manera obtendrás fuerzas para
luchar contra cualquier situación que se te presente, pues recordar el amor que
Jesús tuvo hacia nosotros es la mejor y mayor inyección de fortaleza y fe que
el ser humano puede tener, ya que recordar lo que Él hizo por mi me hace esforzarme
por hacer que su sacrificio valga la pena en mi vida.
¡Jesús murió por mí, ahora yo viviré para Él!
“Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón
que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo. Pues es por creer en tu
corazón que eres declarado justo a los ojos de Dios y es por confesarlo con tu
boca que eres salvo”.
Romanos 10:9-10 (Nueva Traducción Viviente)
Por Enrique
Monterroza
Escrito el 1 de Abril
de 2015
Escrito originalmente
para www.destellodesugloria.org
Autorizado para
publicarse simultáneamente en: www.devocionaldiario.com
– www.enriquemonterroza.com y http://reflexionesydevocionales.blogspot.com
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